Abandono por un momento las alturas de Cafayate
y busco la ruta, me interno, me dejo en sus manos
Por las viñas y los antigales,
uno surca el Calchaquí como si el Calchaquí lo surcara a uno
La llegada a Angastaco siempre ofrece un vino casero,
una siesta interminable y un cielo de estrellas que revientan
Salgo del barro, una lluvia de verano me inunda hasta los ojos
y doy vueltas donde el valle se vuelve verde
Molinos descansa, la iglesia y el traidor Isasmendi dentro
son la postal y la visita que no quiere huirle a la sombra de la plaza
Ponchos, telares y el arte en Seclantás,
donde una vieja teje y toma mate y los changos corretean
Así es el Calchaquí, amplio y estrecho, se baja y se sube
y todo termina en las paredes blancas de Cachi
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